Postado por Jayme Fucs Bar em 17 de Janeiro de 2011 às 9:37am
El sionismo no es una ideología
Por: AB Yehoshua (para Haaretz)
El concepto de sionismo es querido para nosotros, y es por lo tanto importante que encuentre expresión sólo en su lugar adecuado: en la diferencia entre nosotros, los judíos israelíes, y los judíos de la Diáspora.
Recientemente ha habido un uso exagerado, engañoso y quizás dañino del concepto de “sionismo”. El problema existe tanto en Israel como en el exterior; en el campo nacionalista, el religioso y el laborista; entre liberales y ultranacionalistas; entre judíos de la Diáspora así como no-judíos; y principalmente, entre los árabes.
Por lo tanto, para mejorar el discurso público sobre nuestros problemas genuinos e importantes y para hacer lo máximo para limitar la demonización de Israel, fenómeno que se expande gradualmente por todo el mundo, específicamente con respecto a este concepto, intentaré formular el concepto de sionismo tan objetiva y lógicamente como sea posible, y utilizarlo con máxima precisión. No volvamos el concepto en una especie de salsa que se pone en cada plato, para mejorar su favor, o de lo contrario, para hacerlo asqueroso.
Antes que nada, el sionismo no es una ideología. La ideología, de acuerdo a la Enciclopedia Hebrea, se define de la siguiente manera: una combinación consolidada y sistemática de ideas, entendimientos, principios y mandamientos que expresan la cosmovisión única de una secta, partido o clase social.
De acuerdo a esta definición bastante clara, el sionismo no puede y no debería ser considerado como una ideología. Ya que el sionismo es una plataforma común para varias y hasta contradictorias ideologías sociales y políticas, no puede por lo tanto ser considerado una ideología independiente.
El sionismo tenía esperanza y prometía una cosa: establecer un Estado para los judíos. Mantuvo su promesa principalmente, de forma desastrosa, a través del antisemitismo. El sionismo aspiró sólo a establecer un marco político – lo que pasaria en el país y cuál sería su carácter, que clase de régimen tendría y dónde se dibujarían sus fronteras, cuáles serían sus valores sociales, cómo trataría a sus minorías nacionales; desde el comienzo, todos estos temas y otros fueron objeto de docenas de interpretaciones y puntos de vista políticos y sociales diferentes entre los judíos que llegaban a Palestina, y por supuesto frente a acontecimientos y cambios que ocurren en toda sociedad humana.
Luego del establecimiento del Estado judío, el Estado de Israel, la única forma en la que se expresó el significado del sionismo fue a traves del principio de la Ley del Retorno. En otras palabras, fuera del hecho de que el Estado de Israel es controlado y llevado adelante por cada ciudadano con un documento de identidad israelí, a través de su Poder Legislativo, sigue abierto a todo judío que quiera convertirse en ciudadano.
Dicha ley de retorno existe hoy en día en muchos otros países, incluyendo Hungría y Alemania. Esperemos que una ley de retorno similar sea pronto instituida en el Estado palestino que será establecido al lado nuestro. Y tal como esa no será una ley racista en el Estado palestino, de la misma manera la ley tampoco es racista en Israel. Cuando las naciones del mundo decidieron en 1947 el establecimiento de un Estado judío, no partieron Palestina sólo para los 600.000 judíos que vivían ahí en esa época; lo hicieron con la idea de que el Estado proveería refugio para todo judío que asi lo deseara.
Un israelí, un judío, un palestino o cualquier otro que se defina asimismo como asionista es un ciudadano opuesto a la Ley del Retorno. Esta oposición, como cualquier otro punto de vista político, es legítimo. Un antisionista, por otro lado, es alguien que quiere disolver el Estado de Israel. Con la excepción de sectas extremistas de la ultraortodoxia y algunos círculos judíos de la Diáspora, no muchos judíos mantienen esta visión.
Todos los debates importantes y fundamentales que están teniendo lugar en Israel – la anexión o no-anexión de los territorios; la relación entre la mayoría judía del país y la minoría palestina; la relación entre religión y Estado; la naturaleza y valores detrás de la política económica y del sistema de seguridad social; y hasta la interpretación de eventos históricos; son el tipo de debates y controversias que existieron y todavía existen en muchos países. Estos son debates que continuamente se dirigen a la identidad dinámica y cambiante de toda nación y país.
Tal como estas discusiones no requieren que otras naciones lancen conceptos adicionales a la mezcla, estos debates entre nosotros no tienen que incluir el concepto de sionismo, el cual es injustamente y a perjuicio de sí mismo utilizado como arma en la batalla entre facciones, dificultando explicar las controversias y su importancia.
El sionismo no es un concepto que se supone como reemplazo del patriotismo o el pionerismo. El patriotismo es patriotismo, el pionerismo es pionerismo. Un oficial que extiende su servicio militar, o alguien que se asienta en el desierto del Neguev, no es más sionista que un verdulero de Tel Aviv, pero quizás sí más pionero o más patriótico, dependiendo de los significados atribuidos a estos conceptos.
El concepto de sionismo es querido para nosotros, y por lo tanto es importante que encuentra expresión sólo en su lugar adecuado: en la diferencia entre nosotros, los judíos israelíes, y los judíos de la Diáspora, o del exilio. El uso exagerado y superfluo del término desdibuja también el debate ético entre los judíos que han decidido ser responsables, para bien o para mal, sobre todo aspecto de sus vidas en un territorio definido bajo un gobierno propio; y aquellos que viven entremezclados con otras naciones y practican su identidad judía parcialmente, a través del estudio, textos religiosos o actividades comunitarias limitadas.
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