Israel no es un país perfecto Autor: Dr. Guido Maisuls, Kiriat Bialik Los tradicionales paradigmas que hicieron posible que el ideal sionista se convirtiera en un Estado victorioso en una de las zonas más salvajes del planeta, esos viejos paradigmas de los pioneros; de Herzl, de Jabotinsky, de Ben Gurión, etc., se están agotando y necesitan de un nuevo impulso. Por eso llega la hora de elaborar nuevos paradigmas, que impulsen a Israel por un camino distinto, novedoso y que concluya con muchas tareas comenzadas pero aun no concluidas. Decía el genial escritor y cineasta israelí Efraim Kishón. “Mi país es un país en que cada ciudadano tiene derecho de decir lo que se le antoje. Pero no tiene ninguna ley que los obligue a escuchar”. Una paz justa y auténtica: que el conflicto de Medio Oriente quede completamente extinguido debido a la resolución del todos los países de la región y el aval de las principales potencias mundiales que reconocerán realmente la existencia definitiva de un Estado de Israel judío, democrático, pluralista, con fronteras reconocidas, con seguridad interna y externa, con derecho a vivir y a realizarse en su tierra, abierto a la inmigración de todos los judíos del mundo que deseen hacerlo. Que sus habitantes no se despierten cada mañana con el filo de la espada sobre sus cabezas, con la amenaza de aniquilamiento nuclear, destrucción y limpieza étnica, bombardeos de misiles, ataques terroristas, advertencias y maldiciones, injurias e improperios, amenazas veladas y al descubierto y demás lindezas parecidas. Una sociedad mas humana: que en el futuro cercano, Israel se desembarace definitivamente del impacto de este capitalismo agresivo que trajo grandes cambios en la economía y en la tecnología israelí, volviéndola más competitiva en términos macroeconómicos pero en el aspecto laboral, social y humano modificando completamente el viejo modelo de bienestar y protección social, que se libere de estas nefastas adquisiciones del capitalismo agresivo y de las políticas del surrealismo mágico que le ofreció en bandejas de plata esta globalización neoliberal. Un nuevo liderazgo: que logremos plasmar un nuevo liderazgo que elija la verdad y la realidad como base de su accionar y no la visión de artificios mediáticos y de estratagemas improvisados, que esté comprometido con la sociedad y no con sus intereses personales y sectoriales. Un Medio Oriente democrático y pluralista: que el fanatismo y el fundamentalismo de todos los tiempos hasta el actual fundamentalismo de hoy que es el islámico, impulsado por una creciente corriente musulmana que consagra “la guerra santa” contra el infiel, el diferente, como el instrumento obligado para el triunfo de su fe y de su cultura se trastoque en esta supuesta “primavera árabe” en un Medio Oriente democrático, tolerante y pluralista. El fin de los genocidas: que se desvanezcan en los vientos las motivaciones genocidas y fundamentalistas de tiranos y falsos iluminados que quieren hacernos desaparecer de los mapas o echarnos a los mares como en los viejos tiempos y también la cobarde utilización de sus instrumentos humanos: terroristas de todo pelaje, fanáticos suicidas, pueblos sumidos en la ignorancia y en la alineación de ideologías oscurantistas y medievales y pobres inocentes marionetas engañadas por promesas de falsos paraísos. El fin de las guerras: que los soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel se dediquen a estudiar, a trabajar, a amar y a construir sus hogares, sus familias y su futuro, que no tengan ya el deber de luchar contra los terroristas que se explotan en los autobuses y en los restaurantes para matar civiles inocentes, contra los que tiran Kasam y Katiushas donde sus blancos preferidos son nuestros hogares y también contra regímenes y dictadores indecentes cuyo gran sueño dorado es borrarnos de la faz de la tierra o echarnos al Mediterráneo. Que una paz justa, humana, digna y verdadera reine en Israel y en todo el mundo. La justicia social: que se pueda construir un futuro de justicia social y de igualdad de oportunidades. Una economía al servicio de la gente. Un país sin niños pobres, sin ancianos carentes, sin trabajadores desocupados y con la solidaridad hacia los necesitados como el valor supremo. Una sociedad donde la riqueza no se concentre en pocas manos sino que se distribuya entre los que hacen el país todos los días, con sus manos y con sus mentes. La verdadera libertad: que en estas épocas de globalización no nos acostumbren a un capitalismo salvaje donde sólo se adora al becerro de oro, un nuevo ídolo pagano, muy poderoso pero con los pies de barro, que impera impunemente en todo el mundo y que nos esclaviza detrás de él, convirtiéndose en el leit motiv del hombre actual y que nos hace olvidar cual es nuestra verdadera libertad. Una sociedad para todos: que todos los israelíes, encuentren la posibilidad de vivir y realizarse en nuestra Tierra de Israel, de hablar nuestra lengua hebrea, de aportar a nuestra cultura, de construir cada día material y espiritualmente nuestro hogar nacional, en un ambiente de solidaridad e igualdad ante la diversidad de los colores de la piel, de los orígenes, de las costumbres, de las mentalidades, en una sociedad pluralista y democrática que incluya absolutamente a todos. Un modelo para el mundo: que Israel sea un país peculiar, que no sea igual que todos, donde imperen nuestros ancestrales valores de ética, justicia y solidaridad, que sea un gran faro que ilumine a toda la humanidad con su ejemplo, que sea el país que soñaron nuestros profetas, el país que imaginaron nuestros padres fundadores, que sea el país de los judíos. Estos paradigmas son una apuesta al futuro, es un espacio abierto destinado a promover un amplio debate y una serena reflexión sobre los grandes desafíos que nos presenta esta compleja realidad, en estas exigentes épocas de globalización y en la búsqueda de nuevas propuestas superadoras de los ya perimidas y así poder construir un futuro de dignidad, paz y libertad. “Israel no es un país perfecto, lo digo y repito. Pero es ejemplar”. Marcos Aguinis.

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