Netanyahu y su política de “congelamiento estratégico”

por: Moshé Rozén (Desde Nir Itzjak, Israel)

Por estos días, el primer ministro de Israel Benjamín Netanyahu, se encuentra analizando una oferta del gobierno de EEUU, consistente en que la administración israelí congele la construcción de nuevos asentamientos en Cisjordania -por un plazo que iría de 90 días a un año- a cambio de recibir -por parte de la Casa Blanca- 20 aviones de combate de última generación F-35 (valuados en 2.600 millones de euros) y renovados apoyos políticos. A continuación, el autor del siguiente artículo, analiza las perspectivas de este posible acuerdo.

 
 
 
 
¿Es una cuestión de huevos? Algunos lectores interpretaron que nuestra nota sobre el divorcio  entre Israel y  Turquía tenía un tono marcadamente ácido: la realidad, me observaron, es menos sombría y - como evidencia- tomaban importantes cargamento de huevos de gallina, importados de Turquía a Israel. Pero, vamos a analizar la decisión, que por estos días, estaría definiendo el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu.

Me comprometo, entonces, a tratar de ser un poco más optimista.
El tema del día en Israel es la propuesta estadounidense: si el gobierno israelí accede a restringir nuevamente las obras de colonización en los territorios palestinos de la ribera occidental del Jordán, el presidente Barak Obama se compromete a suministrar una veintena  de costosos aviones de combate de última generación.

La administración estadounidense, como se sabe, considera que la construcción civil en Judea y Samaria tiende a perpetuar el dominio militar israelí, anexando, de hecho y definitivamente, las tierras conquistadas en la guerra de 1967.

La oferta para evitar ese obstáculo a las negociaciones de paz,  incluye -asimismo- el compromiso de la Casa Blanca de vetar resoluciones antiisraelíes en la ONU.

Netanyahu, que hasta ahora rechazó los insistentes reclamos de Washington, percibe que esta vez, como se decía en los círculos sicilianos,  es una propuesta imposible de rechazar...

Pero el primer ministro no tiene que hacer frente sólo a Obama: mantener su coalición - de notoria inclinación nacionalista- aprobando la exigencia del país del norte es tarea no menos improbable que su capacidad de negar el generoso ofrecimiento de Obama y de la señora Clinton.

Si la carencia del producto arriba mencionado, ese que llega ahora de Turquía, se traslada, metafóricamente, al gabinete gubernamental, lo que seguramente sucederá es una aceptación puramente formal de  la exigencia internacional; o sea, Israel  proseguirá ampliando asentamientos: desde fin de septiembre, apenas finalizado el anterior congelamiento, se echaron los cimientos de 1650 unidades de vivienda, casi la misma cantidad de construcciones efectuadas -en tierras reclamadas para el futuro estado palestino- en todo el año 2009, antes de la anterior interrupción edilicia.

No se trata de un disenso circunstancial con los EEUU;  es un  dilema del conjunto de la sociedad israelí:  la política colonizadora,  omite  el efecto demográfico de la anexión territorial -la incorporación de masiva población árabe palestina, carente de derechos civiles-

y arriesga el sentido esencial del proyecto sionista: un estado judío, democrático y soberano.

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