Comunidad "Maguen Abraham", Omer
Interpretación y comentario
El libro de Génesis es una colección de relatos sobre personas y hechos desde la creación del ser humano hasta el descenso de Iaacov y sus hijos a Egipto. Fuera de la sucesión genealógica que une a los personajes, aparentemente no hay relación entre los relatos. Pero un mismo motivo se repite varias veces en el libro de Génesis: La oposición a la suposición básica de "la ley del primogénito" (Deuteronomio 21:15-17), es decir, la suposición de que el hijo primogénito es el líder natural de la familia después de la muerte del padre y tiene el derecho de recibir la mayor parte de la herencia.
Desde la parashá "Bereshit" hasta la parashá "Vaiejí", el hermano primogénito es, generalmente, el menos adecuado para liderar la continuidad de la dinastía, y la "primogenitura" pasa al más joven. Dios prefiere la ofrenda de Abel, el más joven, antes que la ofrenda de Caín. Abraham es el primogénito entre sus hermanos, pero justamente él deja la casa de su padre y su hermano Najor se queda con su padre y recibe su herencia. Abraham prefiere a Itzjak y expulsa a su primogénito, Ishmael. Iaacov recibe la primogenitura y la bendición que estaba destinada a su hermano primogénito, Esav. Iaacov discrimina a favor de su joven hijo Iosef, y paga por ello con varios años de sufrimiento y angustia. Al final del libro de Génesis, queda claro que Iaacov no aprendió la lección: Cuando traen frente a él a Menashé y Efraím, sus nietos, él cambia sus bendiciones cambiando de posición sus manos, y el más joven recibe la bendición del primogénito. Aún más: Él les otorga a ellos el nivel de hijos (Génesis 48:5-6), y así recibe su padre, Iosef, el lugar del hijo primogénito, al heredar el doble de las tierras.
El relato de Iosef y sus hermanos es el más complicado de los relatos entre hermanos. Iosef tenía 17 años cuando la tensión entre él y sus hermanos llegó al punto máximo. ¿Cuántos años pasaron desde que lo vendieron sus hermanos hasta que se reencontró con ellos de nuevo? Iosef tenía 30 años cuando se presentó por primera vez frente al Faraón (41:46); tenía 37 años cuando terminaron los siete años de abundancia, y tenía 38 o 39 cuando sus hermanos se presentaron ante él. Él reconoce a sus hermanos, pero ellos no lo reconocen a él (42:7-8). ¿Tanto había envejecido en el transcurso de los 21-22 años que habían pasado?
Últimamente, me encontré con varias personas de mi clase del secundario o del movimiento juvenil. Ellos no tuvieron ninguna dificultad en reconocerme, a pesar de que pasaron casi cuarenta años. ¡Y los hermanos de Iosef no reconocieron al hijo de su padre en un intervalo de tiempo menor que aquél! Hay dos explicaciones para ello:
Iosef se transformó en un extraño no sólo para sus hermanos, sino también para la casa de su padre. Como otros asimilados en la
historia del pueblo de Israel, Iosef comenzó su integración a Egipto por la necesidad de las circunstancias, con el objetivo de salvarse de la esclavitud y del encarcelamiento, pero continuó el proceso con gran entusiasmo, como lo comprueba la explicación del nombre que eligió para su hijo Menashé: "Ya que me ha hecho olvidar Elohim todo mi agobio y toda la casa de mi padre".
El cambio de su nombre a un nombre egipcio y su casamiento con una egipcia constituyen el sueño máximo de toda persona asimilada. Pero no toda persona que llega a la cima de la sociedad y de la cultura extranjera, se vuelve un extraño para su pasado: Mordejai era identificado como "el judío" en el palacio de Ajashverosh. Sin embargo Iosef, segundo del rey de Egipto, era en su vestimenta, su lenguaje, su corte de pelo y su conducta, "más egipcio que un egipcio"...
Los hermanos no recordaban cómo era el joven Iosef porque cuando vivían juntos "no pudieron hablar con él en paz" (47:4). Es decir, por causa de su odio hacia él evitaban mirarlo a la cara. Sin embargo, ellos lo reconocieron de lejos cuando se acercó a ellos en el campo (37:18), pero no por su apariencia, sino por la túnica ornamentada. Los rasgos faciales de la persona amada se graban en la memoria, pero no así el rostro de la persona cuya presencia queremos evitar.
La grandeza de Iosef en la parashá "Miketz" es doble:
Su interés personal era parecer un extraño ante sus hermanos, pastores hebreos, para no arriesgar su integración exitosa en la sociedad egipcia. Él debió estar contento de que ellos no lo reconocieron y que pudo enviarlos de vuelta sin correr el riesgo de que la casa real identifique a Iosef-Tzofnat Paneaj con una familia "primitiva" de pastores. A pesar de todo eso, él los ata con varias artimañas.
La conducta de Iosef hacia sus hermanos no surge de una venganza, sino por la voluntad de que ellos le prueben a él y a ellos mismos, su arrepentimiento por haberlo vendido a la esclavitud, y que por lo menos uno de ellos demuestre disposición a renunciar a su libertad para salvar a Biniamín de la esclavitud.
Las peleas entre hermanos no son sólo propiedad del pasado. La estructura familiar no siempre se conserva, y la vida está llena de vueltas y sorpresas. Iaacov guarda rencor hasta el final de sus días hacia sus hijos mayores Rubén, Simón y Leví (49:1-7), y le da la primogenitura al hijo de la mujer amada, menor que ellos. En muchas familias, una discriminación como ésta destruye a la familia, pero los hijos de Iaacov conservan su marco y se transforman en un solo pueblo, gracias a la grandeza de Iosef. Todas las generaciones deben aprender de la sabiduría de Iosef: No basta con la buena voluntad para llegar a la reconciliación; hay que construir la reconciliación de manera que constituya la base saludable para una relación futura.
Editado por el Instituto Schechter de Estudios Judaicos, Asamblea Rabínica de Israel, Movimiento Conservador y Unión Mundial de Sinagogas Conservadoras.
Traducción: Rabina Sandra Kochmann
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