Interpretación y comentario
El relato principal de la parashá es el de la muerte de los hijos de Aarón. Un relato trágico que eleva su fuerza hasta por sobre el relato del sacrificio de Isaac, pues aquí no hay un “final feliz”. Nadav y Abihú ofrecen un fuego extraño delante de Dios. La muerte repentina de ellos llega luego del establecimiento de la familia de Aarón como Cohanim, después de que les fue prometido que nada malo les ocurriría: “...y habréis de contemplar la observancia de Adonai y no moriréis...” (Levítico 8:35).
Y he aquí que en el día octavo, -cuando no cumplieron las instrucciones con exactitud, o, según lo escrito literalmente en el texto bíblico, agregaron un fuego propio, quizás como una expresión de alegría y entusiasmo por aquel gran momento en el que fueron convocados para servir a Dios-, son muertos.
Este acontecimiento trágico y difícil recibe una reacción ambigua por parte de Moshé (“Entre los que están cercanos a Mí, Seré santificado”) y una reacción sorprendente por parte de Aarón: el silencio (“Mas Aarón se detuvo en silencio”).
El silencio no es una reacción muy usual en el texto bíblico como forma de enfrentarse al dolor de la pérdida. Al contrario, la expresión más difundida en el texto bíblico como reacción a las tragedias y pérdidas es el llanto. El rey David llora amargamente la muerte de su hijo Absalón, que se rebeló ante él e intentó heredar su lugar: “Entonces el rey se turbó y subió a la sala de la puerta y lloró; y yendo, decía así: ¡Hijo mío Absalón, hijo mío, hijo mío Absalón!¡Quién me diera que muriera yo en lugar de ti, Absalón, hijo mío, hijo mío!”. Ésta es una reacción con la cual es más fácil identificarse, en comparación con el silencio tan extraño de Aarón ante la muerte de sus dos hijos. El llanto es una expresión más usual como parte del duelo por la muerte de una persona. El ejemplo que se destaca es, justamente, la muerte de Aarón: “Y vio la congregación que Aarón había muerto, y lloraron a Aarón treinta días toda la casa de Israel”. El llanto era, según el midrash, la reacción a la muerte de Aarón, porque era una persona muy humana, tierna y conciente de los sentimientos de los demás. ¿Cómo puede ser, entonces, que justo él demuestre una gran frialdad ante la muerte de sus dos hijos?
Me parece que la clave para entender la reacción de Aarón está, justamente, en la frase “y se detuvo”. El silencio, la calma, la tranquilidad, en el texto bíblico aparecen en las siguientes expresiones: “Dios peleará
por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos” (Éxodo 14:14); “Y reposó la tierra cuarenta años” (Jueces 3:11); “Para que el mar se nos aquiete, porque el mar se iba embraveciendo más y más”. (Jonás1:11).
La expresión “y se detuvo” aparece en otro contexto totalmente diferente. Cuando Josué lidera al pueblo en la batalla contra los reyes de los Amorreos, él dice su frase célebre: “Sol, detente en Givón, y tú, luna, en el valle de Ayalón” (Josué 10:12). Dios interviene directamente en la batalla mediante el cambio de las leyes de la Naturaleza, así el ejército de Josué tiene más horas de luz para completar su consigna.
El concepto “y se detuvo” significa una parálisis total, una acción fuera de lo común, sobrenatural. También el silencio que se autoimpone Aarón es una actitud fuera de lo común. Aarón no llora la muerte de sus dos hijos, no reclama por su cruel destino, no protesta contra el cielo, sino que adquiere una actitud que rompe con todas formas de duelo usuales, como una salida fuera de la naturaleza humana.
Aarón lleva el duelo a su máxima potencia con el silencio, el cual permite al enlutado crear una sensación total de dolor. No es un grito, ni es un llanto, sino es el silencio el que lleva la fuerza total de la tristeza; es el silencio el que reclama ante el Creador del mundo con una mayor potencia todavía.
El silencio es, en realidad, “la falta de ruido”, como la oscuridad es “la falta de luz”. El silencio obliga a quienes están alrededor a colocarse frente a las preguntas sin ningún tipo de contraposiciones ni rechazos. En el silencio, el ser humano se pregunta a sí mismo y a Dios los cuestionamientos más profundos y quizás, también logra recibir alguna respuesta, de cualquier tipo, dentro de sí mismo.
En la sociedad moderna, el silencio no es tan aceptado. La expresión “silencio bullicioso” es muy común en nuestros diálogos. Muchos sienten necesidad de decir algo sólo para sobreponerse al silencio. Conviene, quizás, enseñar sobre el poder del silencio, basados en las palabras del Rab Kook, y quizás hasta intentar llevarlas a la práctica de vez en cuando:
“Cuando el dolor espiritual es tan grande que lleva hasta al cierre de las fuentes de las ideas, de las palabras, de los rezos, de los gritos, del sentimiento y de la canción, se descubren luces llenas de vida que surgen de la fuente del silencio”.
(HaRab Kook, “Shmone Kvatzim” 4:32)
* Director General de MARO”M Organización Mundial de Jóvenes del Movimiento Conservador
Editado por el Instituto Schechter de Estudios Judaicos, Asamblea Rabínica de Israel, Movimiento Conservador y Unión Mundial de Sinagogas Conservadoras.
Traducción: Rabina Sandra Kochmann.
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