La perasha de esta semana (porción semanal de la tora que se lee semanalmente) es del libro de Vaikra (Levítico), el tercer libro de la Tora y es la que cierra dicho libro.

Esta semana, después de leer la perasha la primera vez (porque esta vez la leí casi tres veces), no me quedé tranquilo. Comienza la porción diciendo "Si van según mis leyes y mis estatutos cuidan" (Vaikra 26:3) e inmediatamente una lista de bendiciones para el pueblo "Y dará la tierra su cosecha y el árbol del campo dará su fruto… y comerán vuestro pan hasta saciarse y se asentarán seguros en vuestra tierra" (4-5). Pero lo que me dejó intranquilo fue lo que viene después de las bendiciones, "Y si no me escuchasen y no hicieren todos esos estatutos" (14) siendo que inmediatamente viene una lista de maldiciones, la que triplica la de bendiciones, "Arruinaré vuestros santuarios… reduciré la tierra a desolación, de modo que se pasmen de ella vuestros enemigos mismos que en ella habiten, y a vosotros los esparciré entre las naciones y desenvainaré la espada en pos de vosotros, y vuestra tierra quedará asolada y vuestras ciudades destruidas" (31-33).

Al ser la última perasha del libro de Vaikra, Bejukotai vendría a dar un cierre a todo el libro, el cual, como vinimos leyendo a través de las semanas de dicho libro, éste concentra leyes, desde sacrales, civiles y sociales, así que la forma de cerrar es diciendo las consecuencias que vendrán al pueblo en caso de no seguir las leyes.

La elección y la responsabilidad

Algo de lo que se puede concluir de lo mencionado arriba es por un lado la elección, el texto utiliza frases condicionales "Si siguen mis leyes", "Si no me escuchasen", el pueblo puede elegir qué camino tomar, nada está cien por ciento decidido. Mas para toda decisión hay un efecto, un resultado, a esto todo hombre que toma una decisión debe tomar responsabilidad, para bien o para mal.

El castigo

Lamentablemente, se cumplió la maldición dicha arriba y el templo de Jerusalem fue destruido, la tierra de Israel fue saqueada, pueblo judío fue expulsado de su tierra, dejando a ésta desolada, sus enemigos los persiguieron y no vivieron en paz, buscando las razones del castigo, encontré respuesta en los profetas de Israel, "Escuchad esto, oh jefes de la casa de Yaacov y gobernantes de la casa de Israel, que aborrecen la justicia y pervierten toda equidad, que construyen a Sion con sangre, y a Jerusalén con iniquidad. Sus magistrados juzgan con retribución y sus sacerdotes enseñan por la paga y sus profetas adivinan con dinero. Con todo, confían en Dios diciendo: "¿Acaso no está Dios entre nosotros? Pues no nos vendrá pues ningún mal" (Mija 3, 9-11). Pero no solamente injusticia en los estratos gubernamentales, sino también en la sociedad, la desigualdad y falta de moral pasaba en todos lados, como se queja el profeta amos de forma un tanto irónica: "Escuchad esta palabra, oh vacas de Bashan[1] que están en los montes de Samaria, que oprimen a los pobres, que quebrantáis a los menesterosos y decís a vuestros esposos: "Traed vino para que nos emborrachemos" (Amos 4, 1).

Y si nos preguntamos a final de cuentas qué es lo que le era exigido al pueblo en cuanto a leyes sacrales, sociales y civiles, se resume en lo que dice el profeta Hoshea "Piedad quise y no sacrificios" (6:6)

La desolación

Los comentaristas clásicos de la Tora como Rashi y el Ramban[2] explicaron a qué se refiere el escrito en cuanto a lo dicho "reduciré la tierra a desolación, de modo que se pasmen de ella vuestros enemigos mismos que en ella habiten". Rashi lo ve desde un punto de vista positivo, diciendo "Es una buena medida para Israel, que sus enemigos no se queden cómodos en su país, el cual quedará desamparado de habitantes", el Ramban lo vio con sus propios ojos cuando llegó a la Tierra de Israel y la vio desolada y agregó a lo que dice Rashi "Es un buen anuncio que pregona a todos los exilios, que nuestra Tierra no recibe a nuestros enemigos". La Tierra quedó desolada, incluso después de los días de Rashi o el Ramban, el mismo Herzl al venir a finales del siglo 19 se encontró con una Tierra que no emana precisamente leche y miel, sino espinas y abrojos en el sur y pantanos en el norte.

La redención

Shimon Peres, H. presidente del Estado de Israel, hablando de perashat Bejukotai,[3] menciona algo interesante, "La bendición tiene una fuerza alternativa: está toda en perspectiva al futuro", haciendo referencia al pasuk "Y sacarán lo nuevo por lo viejo" (Vaikra 26:10). Siempre hay luz al final del túnel, la Perasha misma, después de la maldición trae esa esperanza, en la cual el pueblo volverá a su tierra (44-46), en la cual "Dará la tierra su cosecha y el árbol del campo dará su fruto… y comerán vuestro pan hasta saciarse y se asentarán seguros en vuestra tierra, y daré paz a la Tierra y os acostaréis sin temores… y no pasará espada por vuestra Tierra" (4-6).

El movimiento sionista, los pioneros que llegaron en las primeras Aliot a trabajar la Tierra y posteriormente, el Estado de Israel, hicieron florecer lo que estaba desolado, buscando crear una sociedad justa que viva en un estado que "estará basado en los principios de libertad, justicia y paz, a la luz de las enseñanzas de los profetas de Israel".[4] Aún queda por hacer, la bendición no está terminada y sea de la forma que explica el Ramban la frase "Y daré paz en la tierra": "Que habrá paz entre ustedes y no luchará el hombre con su hermano… y sobre el camino de la verdad, que dé paz en conexión a la Tierra y será una paz completa pese a todo"

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