La Fiesta de la Tristeza

Anhelando un futuro mejor.

por Rav Iehuda L.Oppenheimer

A menos que las cosas cambien mucho en las próximas semanas, estaremos de nuevo pasando por los días que conducen e incluyen a TisháB'Av, el noveno día del mes de Av, el día más triste del calendariojudío. Año tras año, reflexionamos sobre nuestra condición en ladiáspora y sobre lo que este largo, al parecer infinito exilio, sesupone que debe enseñarnos, mientras esperamos la largamente ansiadaredención.
Hay una anécdota interesante registrada sobre el encuentro entre el profeta Jeremías y el famoso filósofo griego Platón. Jeremías estabaguardando luto por la destrucción del Primer Templo en Jerusalem, yPlatón se involucró con él en una conversación. Impresionado con la gransabiduría de Jeremías, Platón le preguntó, “Yo no entiendo cómo unsabio de tu estatura puede derramar lágrimas tan amargamente por algoque ya fue. Sin duda, lo que es pasado ya acabó, tu preocupación ahoradebe ser solamente por el futuro, y sobre cómo puedes influenciarlo.¿Qué utilidad puede haber en todo ese llanto?”.
Jeremías respondió, “No puedo dar una respuesta apropiada a tu pregunta lógica, porque no la vas a entender”.
Después de tanto tiempo, ¿cómo podemos pasar tres semanas de cada año yendo hacia un luto cada vez mayor,culminando en un día de ayuno y tristeza?
¿Acaso Platón estaba equivocado? Y ciertamente ahora, 2500 años después, ¿no es tiempo ya de centrarnos en el presente y en el futuro, ydejar que el pasado sea pasado? ¿Nunca podemos olvidar? Después de todoeste tiempo, ¿cómo podemos pasar tres semanas de cada año yendo haciaun luto cada vez mayor, culminando en un día de ayuno y tristeza?
De hecho, una de las mayores bendiciones que Dios no da es la habilidad de olvidar memorias dolorosas. “Dios ha decretado sobre unapersona fallecida que debe ser olvidada desde el corazón” (Sofrim 21).Si no fuese posible olvidar, si el dolor de perder un pariente o unamigo cercano permaneciera siempre tan inmediato como cuando la pérdidarecién ocurrió, quedaríamos inmovilizados, imposibilitados de continuarcon la vida. Es una bendición que mientras que siempre llevamos en lamemoria a alguien querido que partió, somos capaces de quitar el dolorde la pérdida del primer plano de nuestra conciencia.
Sin embargo, esta regla general no aplica aquí, como fue expresado por el famoso verso en Salmos: “¡Si te olvido, oh Jerusalem, que mi manoderecha sea olvidada!”. ¡Estamos llamados a no olvidar nunca! Lossabios, al instituir las leyes pertinentes a estas tres semanas, seaseguraron de que como mínimo durante un largo período del año, ydurante muchos otros ayunos durante el año, (sin mencionar laspeticiones en nuestras tres plegarias diarias), recordemosconstantemente y nunca olvidemos el luto por Jerusalem.
El Rebe de Slonimer, Rab Sholom Nóaj Barzovsky, zt’’l, escribió un fascinante ensayo sobre este tema, en el que hizo notar que la idea deque nosotros no lograremos nuestra paz nunca debido a que el SagradoTemplo fue destruido, es un tema central en Tishá B'Av. Para nopermitirnos nunca aceptar la idea de que el mundo Post-Templo sea unarealidad normal y permanente para nosotros como judíos. El Templo enJerusalem fue destruido por muchas razones, algunas más conocidas queotras. Pero esto nunca fue concebido como su destino final. El díaque perdamos la esperanza de que el Beit Hamikdash sea reconstruido,ese será el día en que su destrucción será realmente irreversible.
Ésta es una idea tan básica que debe permear todo lo que nos interesa en la vida. Lidiamos con nuestros problemas, con la educaciónde nuestros hijos, con nuestro crecimiento personal, con problemasfinancieros, con problemas existenciales; vemos la escena comunal y a laescena nacional, tanto dentro como fuera de Israel. Escuchamos a loseruditos y a los “hombres sabios” quienes tienen la solución paraproblemas difíciles o quienes señalan esa ocurrencia para explicar laesencia de nuestros dilemas, y nos olvidamos que el problema másimportante es el exilio – nuestra distancia con Dios y su Sagrado Temploen Jerusalem. Que no importa cuántos problemas solucionemos en nuestrospaíses y en Israel, e independientemente de cuánto crecemos en nuestrasvidas espirituales como judíos, tendremos un gran bache en nuestrasvidas espirituales mientras “estemos exiliados de nuestra tierra, y nopodamos cumplir nuestras obligaciones en tu gran Casa Sagrada…”
¿Por qué hay tantos judíos apartados de sus raíces espirituales? ¿Por qué hay tantos problemas terribles e interminables entre grupos dejudíos? ¿Cómo vamos a poder alguna vez resolver los grandes temas quenos dividen, siendo que esos temas están basados en concepcionesfundamentalmente diferentes de lo que es la Torá, lo qué significa serjudío, la naturaleza de nuestras obligaciones judías, y qué tanflexibles podemos ser al adaptarlas a los tiempos modernos? ¿Qué es loque hace falta para que decenas de miles de judíos que no tienen idea dela belleza de Shabat, del cuidado de cashrut, del estudio de Torá y dela vida judía, tengan un pantallazo real de lo que se están perdiendo?¿Cómo serán resueltos alguna vez los problemas sobre la Tierra deIsrael?
¿Cuándo seremos capaces de sentir siempre el indescriptible placer de estar cerca de Dios sin las contradicciones internas, el dolor, lasdificultades y la soledad existencial que tan frecuentemente sentimos ennuestra búsqueda espiritual?
Nuestro doloroso anhelo de reunirnos con Dios y de reconstruir el Templo son los ladrillos del eventual edificio.
Nuestro doloroso anhelo de reunirnos con Dios y de reconstruir el Templo son los ladrillos del eventual edificio. Aunque de muchas manerasel judaísmo enseña que lo que uno hace es más importante que lo que unopiensa o cree, es verdad que “el deseo de hacer una mitzvá, o dededicarse a un placer espiritual, es aún más grande que el placermismo”. La espera activa por su reconstrucción, las lágrimas derramadaspor su ausencia, el esfuerzo para no asimilarnos dentro de las culturasque nos rodean y sus valores extranjeros, sino por conservar nuestrasingular personalidad judía, esto es lo que eventualmente lo traerá deregreso. Cada lágrima derramada y cada suspiro por su ausencia es otroelemento en la construcción.
Por esto, dice el Rebe de Slonimer, el período de las tres semanas entres el 17 de Tamuz y Tishá be Av es un período de llanto, pero es unperíodo positivo: un llanto que es parte del proceso de reconstrucción.Un llanto de esperanza, de anhelo por un futuro mejor – una expresióndesde las profundidades del alma que nunca será satisfecha y complacidaen nuestra búsqueda espiritual hasta que hayamos alcanzado la Teshuvá(arrepentimiento) completa, volver a la cercanía con Dios que una vezfue y que aún es potencialmente posible.
Debemos con seguridad enfrentar la vida con una actitud alegre y confiada. Debemos darnos tiempo para disfrutar nuestro crecimiento, paracelebrar nuestra judeidad, y para cantar con regocijo por serafortunados al formar parte de la construcción de nuestras vidasespirituales interiormente, tanto como en la de nuestras familias ycomunidades. Pero debemos también tomarnos un tiempo para lamentar unpoco interiormente, por el potencial que hay, que todavía no está siendocompletado. Sólo de este modo podremos continuar creciendo y podremosmirar hacia adelante, hacia el día en que nuestro santuario interno seareconstruido completamente, anunciando el tiempo del Mesías, rápidamenteen nuestros días.


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