Parashat “Bo - Autor: Rabino Paul Schrell-Fox

Parashat “Bo”
Autor: Rabino Paul Schrell-Fox*


Interpretación y comentario

Una y otra vez a lo largo del relato de la salida de Egipto, se nos cuenta que Dios endureció el corazón del Faraón. No hay dudas de que el Faraón también endureció su corazón por propia elección aunque, finalmente, los hijos de Israel y el pueblo egipcio supusieron que Dios venció al Faraón, porque Dios tenía el poder de endurecer el corazón del Faraón.
Pero si todo fue una obra de Dios, ¿por qué fue castigado el Faraón? Si Dios sabía que el Faraón no iba a ceder sino después de la décima plaga, ¿podemos decir que el Faraón actuó por libre elección? Si es así, ¿por qué había necesidad de endurecer su corazón? Y si no lo fue, ¿por qué fue castigado el Faraón? Puesto que el castigo estaba basado en la suposición de que somos libres para elegir.
Maimónides trata esta supuesta contradicción en su composición “Ocho Capítulos”. Él destaca la aparente injusticia, incluso relacionando el destino de los egipcios en general y del Faraón en particular, a la promesa de Dios a Abraham, cosa que acentúa aún más esta injusticia.
Maimónides propone una solución que demuestra una profunda comprensión. Es cierto, dice Maimónides, que si fue Dios quien forzó a los egipcios a esclavizar a los hijos de Israel, no habría ninguna justificación al castigo que sufrieron. Pero Maimónides explica de manera diferente el pecado de los egipcios. Según él, los egipcios renunciaron por propia voluntad a su libertad de elección. Los egipcios tenían el poder de oponerse a las órdenes del Faraón, pero ellos ejecutaron las mismas por propia voluntad. Cuando el Faraón les ordenó al inicio del libro de “Éxodo”: “Seamos más inteligentes que ellos”, Maimónides dice que los egipcios podían haberse negado. Pero porque lo aceptaron, su destino fue determinado, hasta el punto de ser castigados con el hecho de no tener ninguna posibilidad de arrepentimiento.
Seguramente, los egipcios supusieron que ellos actuaron por propia voluntad. El psicólogo Steven Pinker dice que no se puede imaginar, ni siquiera un solo día, en el cual no actuemos por propia elección. Aunque creamos que nuestra conducta está dictada por las leyes de la Genética o que Dios establece todo desde un principio, también en esos casos nuestra sensación personal es que somos libres para elegir por nuestra propia voluntad. Mientras ésa sea nuestra sensación, el castigo al pecado es merecido.
De todas maneras existe una sensación de injusticia. Si la libre voluntad es un fenómeno derivado del cerebro o una concepción errónea, ¿por qué merece el Faraón o cualquier ser humano, ser castigado?
Uno de mis alumnos, Amir Shalit, propuso una posible solución para este problema en la interpretación de la Mishná en Pirkei Avot (Tratado de Principios, 3:16): “Todo está previsto, pero el ser humano tiene libre albedrío”. Ése es nuestro cuestionamiento. Si todo está previsto, ¿cómo podemos actuar con libertad de elección?
Debemos destacar de manera diferente las palabras de la Mishná. Dios sí lo ve todo. Dios conoce todos los infinitos resultados de todas las elecciones posibles, y aún así, la elección de cuál será el camino por el cual andaré, es mía. Yo tengo la posibilidad de elegir entre el bien y el mal. Dios sabe cuáles serán las consecuencias, pero yo debo elegir mi camino.
Así también, tanto el Faraón como los egipcios pudieron elegir actuar de manera diferente. Pero una vez que eligieron, una vez que renunciaron a su posibilidad de elegir -que es un pecado mayor aún, pues así renunciaron a su cualidad de seres humanos-, su camino hacia el mal trajo sus consecuencias.

Estudio y análisis
Rabino Dr. Alexander Even-Jen
Profesor de Pensamiento Judío, Instituto Schechter de Estudios Judaicos, Jerusalén
“Dispuso Adonai la gracia del pueblo ante los ojos de los egipcios, también el hombre Moshé era muy grande en la tierra de Egipto a ojos de los servidores del Faraón y a ojos del pueblo. Dijo Moshé: Así ha dicho Adonai: Al promediar la noche yo voy a salir en medio de Egipto. Y morirá todo primogénito en la tierra de Egipto, desde el primogénito del Faraón que está sentado sobre su trono, hasta el primogénito de la esclava que está detrás de las muelas, y todo primogénito de animal. Y habrá clamor grande en toda la tierra de Egipto, que como él no ha habido y como él no volverá a haber” (Éxodo 11:3-6).
¿Del primer versículo de este párrafo se podría entender la razón de la obstinación y del odio del Faraón hacia Moshé?
¿Podría ser que el Faraón estaba interesado en reprimir con todas sus fuerzas al líder que intentaba desestabilizar su gobierno?
¿Acaso el Faraón -como los tiranos en nuestros tiempos- intentó borrar al líder que los gobernados -tanto hebreos como egipcios- veían como el símbolo de la lucha por la libertad?
Muchos comentaristas dicen que Dios cumplió lo que le había prometido a Moshé: “Pero dispondré que halle gracia este pueblo ante los ojos de los egipcios y ocurrirá que, cuando hayáis de partir, no partiréis vacíos. Pedirá cada mujer de su vecina y de aquélla que mora en su casa, objetos de plata y objeto de oro y ropas. Los pondréis sobre vuestros hijos y sobre vuestras hijas y os aprovecharéis de Egipto” (Éxodo 3:21-22).
Es posible explicar estos versículos como enseñanzas de justicia: el pueblo de esclavos sale con “grandes bienes”. Pero ¿por qué con bienes del pueblo egipcio y no con los bienes del Farañon?
¿Es posible pensar que el pueblo de Israel “se aprovechó” como lo entendemos en nuestra época- del pueblo egipcio?
Rashi propone: “Os aprovecharéis” significa “vaciaréis”. ¿Por qué “vaciar” a las vecinas?
Jizkuni propone interpretar: “Y aprovecharéis a Egipto: A pesar de que recibirán todo de ellos como préstamo, deberán devolvérselo, y lo corregirán después en un juicio”.
¿Por qué es importante para Jizkuni traer esta interpretación?
¿Acaso es porque la interpretación de Rashi podría presentar al pueblo que salía a la libertad como un pueblo que se comportaba como el Faraón?
“Y morirá todo primogénito”. ¡¿Por qué?! ¡¿Dónde está la justicia Divina?!
*Consejero de la Cátedra de “Familia y Comunidad”, Instituto Schechter de Estudios Judaicos, Jerusalén.
Editado por el Instituto Schechter de Estudios Judaicos, la Asamblea Rabínica de Israel, el Movimiento Conservador y la Unión Mundial de Sinagogas Conservadoras.
Traducción: rabina Sandra Kochmann

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