Alberto Mazor
Podría ser que el grupo de civiles que navegaba hacia Gaza llevara un enorme arsenal de armas blancas junto con sillas de ruedas, medicamentos, toneladas de cemento y muchas ganas de distribuir ayuda humanitaria en un territorio acosado por la miseria y la destrucción, gobernado por fundamentalistas islámicos radicales.
Esa flota calificada por ella misma como "misión de paz" es muy probable que escondiera a un puñado de terroristas dispuestos a todo, hombres sin escrúpulos empeñados en combatir contra Tzáhal, el ejército más democrático del mundo, que nunca deja de pensar en cuestiones morales.
No son superlativos únicamente míos. Lo de ejército democrático y de las cuestiones morales lo ha dicho también el filósofo judío-sionista Bernard-Henri Levy. De hecho, lo dijo justo antes de que Tzáhal abordara la nave turca. El afamado pensador francés que lamentó el ataque, manifestó que se trata de una acción "estúpida" porque daña la imagen de Israel.
Con todo, sean cuales fueren las buenas intenciones, que generalmente asfaltan el camino hacia el infierno, nuestro ejército democrático, que lucha para evitar que Israel caiga en manos de destructores armados con cuchillos, hachas, hondas y palos, no debería cometer estupideces tan evidentes. Tiene derecho a defenderse y a matar a quienes sea en defensa propia, eso está claro y aceptado, aunque se hallen en aguas internacionales y que naveguen bajo la bandera de un país que hasta ayer era más o menos nuestro amigo y nuestro lugar preferido para visitar y disfrutar de vacaciones con toda la familia.
Israel tiene el derecho e incluso la obligación de impedir que esa horda de amotinados amenace su seguridad nacional. Pero matar a tantos resulta bien estúpido, y quizá nuestra imagen se deteriore más de lo que ya está. Ese es el peaje que generalmente pagamos para poder continuar con nuestros exámenes morales, generalmente en los territorios y ahora también en alta mar.
El problema es que entre los viajeros de la flota que partió de Turquía habían también escritores famosos, periodistas renombrados o académicos considerados, conocidos en todo el mundo como individuos súmamente peligrosos que cuando no preparan invasiones sangrientas contra nosotros, se dedican a investigaciones muy meritorias en diferentes campos de la ciencia o la tecnología o a escribir sus impresiones del acontecer diario en los mejores periódicos del mundo.
¡Cuidado con personas como esas. Son de lo peor! Que todo se aclare pronto para que pueda demostrarse que el abordaje fue justo, proporcionado y responsable. Y que la nave era, desde ya, un arma de destrucción masiva apuntada directamente hacia el corazón de Jerusalén.
Pero cuidado también con esas buenas intenciones que acostumbran dividir todo en "buenos y malos"; porque si nosotros somos instantáneamente los malos, para el rol de buenos no quedan otros que Hamás, Hezbolá, la Hermandad Islámica, los Mártires de Al Aksa, las brigadas Izz ad-Din al-Qassam, la Jihad Islámica, los talibanes, Irán, Siria y Al Qaeda. Y ese caso no habrá más remedio que formar una armada en serio.
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