Libertad significa elegir la vida, cualquiera sean las condiciones
Autor: Rajel Hendler

El sustantivo suicida, en la época del terrorismo, se convirtió en un nombre aterrador, sinónimo de asesino, terrorista, cuya misión es morir para matar, para exterminar cuant\as más personas de determinado grupo social, étnico; venganza y odio masivo; instrumento de corrientes políticas fanáticas, con el objeto de matar judíos e israelíes, en nuestro caso.
Encontramos musulmanes, árabes de todas las edades, hasta niños y mujeres que se prestan a ser suicidas, "shahidim", que actúan según sus instructores, con aura de santidad, fruto de una educación macabra y con la promesa de premios en el más allá.
A raíz de estos sucesos, que se habían convertido casi en rutina, ya lo insólito se había vuelto cotidiano, día a día terror y violencia.
Pensamos en el término suicida en otro sentido, y nos acordamos con reverencia de dos judíos que se suicidaron; dos personalidades de nuestra historia contemporánea, que lo hicieron en aras de la vida, no de la muerte. Por defender los derechos humanos, de la igualdad y de la justicia social en la que tanto creían, ambos contemporáneos cronológicamente.
Su suicidio fue un grito de protesta a la conciencia del mundo, del humanismo que entonces perdió su vigencia. Ambos entre las dos guerras mundiales: Artur Ziguelboim (1885-1943) y Stefan Zwaig (1881-1942).
Ziguelboim, de origen humilde, trabajó desde niño, deja el jeder, como obrero integra agrupaciones de oficios y con el tiempo se convierte en el "compañero Artur" en la Varsovia en 1920 y delegado de los sindicatos judíos a la Central Obrera. No cree que haya un problema judío, todos son iguales, luchadores por sus derechos y por la justicia social.
Después de años de actuación en Varsovia pasa a Lodz y forma parte del Consejo Directivo del Partido.
Estalla entonces la Segunda Guerra Mundial, Adolf Hitler toma el poder, ocupa Polonia, y Ziguelboim junto a sus compañeros polacos lucha contra el nazismo. Se siente orgulloso de ser el enlace del proletariado judío con el polaco.
Alguién preguntó entonces, ingenuamente diría yo: "¿Acaso los judíos no son polacos?" Pero luego los alemanes piden rehenes judíos, comienzan detenciones, persecuciones, matanzas, destierros….
Ziguelboim recorre Europa para contar al mundo lo que está pasando con los judíos; acude a la Internacional Socialista, sus confraternos, en Bélgica, en Francia, América, Londres, representantes del Bund en el Parlamento polaco. Exige, reclama: "Detengan la mano asesina". Todos, algunos lo acompañan en el sentimiento, pero no hicieron nada. No quisieron que esto se convierta en una guerra pro judía.
Ziguelboim clama: "Esto es el final; cada uno debería avergonzarse ante tamaña injusticia".
En la noche del 11 de mayo de 1943 escribe al jefe del Gobierno polaco en el exilio: "Con mi muerte quiero expresar mi más intensa protesta contra la pasividad del mundo que observa y permite el exterminio del pueblo judío. A lo mejor con mi muerte contribuiré a romper la indiferencia. Mi vida pertenece al pueblo judío de Polonia y a él se la brindo".
"Me suicido como acto de condena contra la democracia de las naciones y de los Gobiernos que no hicieron nada para detener la matanza, el fin de los judíos en Polonia; que mi muerte logre lo que no logré en vida".
Sus ideales se quebraron, el compañero Artur queda solo, abandonado, y se quita la vida, se suicida.
A lo mejor, libertad interior significa elegir la vida, luchar, cualquiera sean las condiciones. No juzgamos.
La otra personalidad que queremos citar es Stefan Zwaig; de otro ambiente, de diferente formación y educación, pero que también creía en la igualdad, en los derechos humanos, sin distinción de credos.
"El ciudadano del mundo" como él se autotitulaba; "El mundo es mi patria" afirmaba". "Mi Viena, mi Austria, no hay barreras, todos somos buenos alemanes, buenos austríacos, todos los hombres son iguales, todos tenemos los mismos derechos y obligaciones…"
No pudo comprender la visión de Herzl; lo respetaba pero no entendía su sionismo, su sueño. ¿Para qué Israel, por qué un Estado Judío? "No hay problemas de descendencia ni de religión. Libertad e igualdad, este es el futuro", sostenía.
En el prefacio de su autobiografía, "El Mundo de ayer", ya habla diferente: "Lo que referiré no será tanto en mi nombre, como de toda una generación, nuestra generación"."Cada uno de nosotros, aún el más pequeño, ha sido conmovido en su existencia por la sacudida casi volcánica, casi ininterrumpida de nuestra tierra europea". "Yo tuve el único privilegio, de haberme encontrado como austríaco, como judío, como escritor, como humanista y como pacifista, precisamente en aquella zona… …en este sismo tremendo, violento. Me apartaron de mi tierra, de mi hogar, de mi vida interior, del pasado, lanzándome en el vacío. Sin patria. Los sin patria justamente se tornan libres, sin trabazón, ni deben consideración alguna; estoy cabalmente despreciado, sin raíces".
Así habla el que se consideraba "Ciudadano del Mundo". El Mundo en este caso se torna muy abstracto….
Y cuando todo lo que creyó y soñó se vino abajo, llegó la gran desilusión, no hay en que creer y se suicidó junto a su esposa en Petrópolis, Brasil.
Al respecto escribe Claudio de Scuza en su libro "Los últimos días de Stefan Zwaig": "Qué eran aquellos dos cadáveres; eran dos vivos en su muerte, en su inmovilidad, eran dos ideas en marcha, eran dos mártires de la autocracia, del absolutismo, de la supresión de todas las libertades, en lo que el cese de la existencia física no servía para extinguir la super personalidad

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