Martin Buber: El filósofo humanista - Rafael Winter

Martin Buber: El filósofo humanista - Rafael Winter
Uno de los pensadores judíos más originales, creativos e influyentes de los últimos siglos ha sido Martin Buber. No es el objetivo de este artículo profundizar en su vida, obra y pensamiento. Simplemente escribir y explicar someramente acerca de él.

Nació en 1878 en Viena. Pero durante su infancia vivió en Lemberg (Galitzia) con su abuelo paterno Salomón Buber, estudioso, autoridad en Midrash y en literatura rabínica medieval. De 1896 en adelante Martin Buber estudió en las universidades de Leipzig, Viena y Zurich. Finalmente en la Universidad de Berlin.

Ingresó al Movimiento Sionista en 1898. Fue delegado al tercer Congreso Sionista en Basilea en 1899. Pero no adhiere a la vertiente política del Sionismo sino a la corriente sionista cultural de Ajad Haam, enfatizando ya entonces la importancia de la educación y la necesidad de una nueva creatividad cultural judía lo que lo conducirá, en el quinto Congreso Sionista, a la Facción Democrática. Integrará la misma por un tiempo.

Tenía 26 años cuando comienza a interesarse en el Jasidismo. Con el paso del tiempo traduce relatos jasídicos al alemán, adaptándolos libremente, por ejemplo “Las historias de Rabí Najman”, “La leyenda del Baal Shem” entre otros.

Buber se consustanció totalmente con el mensaje del jasidismo original, viendo en dicho movimiento algo “distinto”, cercano e identificado en muchos aspectos con su propia concepción de lo que era la religión, religiosidad y espiritualidad. Sí: aquel jasidismo transmitía espiritualidad, alegría, entusiasmo, sentimiento, devoción, apuntando al corazón más que al intelecto. Consideró necesario trasmitir el mensaje del jasidismo al mundo tanto judío como no judío. Más aún, lo popularizó. Su apego por este movimiento lo acompañaría hasta el fin de sus días.

Por otro lado Buber, judío creyente, no concordaba con la religión institucionalizada. Hay quienes lo han definido como “anarquista religioso”. No era el judaísmo normativo, la Halajá, el culto sinagogal, los rituales, aquello en lo que Buber hacia hincapié. En lo que sí hacía hincapié era en la religiosidad del corazón. A su manera se consideraba religioso y al mismo tiempo era profundamente humanista. Ambas condiciones, religioso y humanista no siempre van juntas. En el caso de Buber una complementaba a la otra. Alguna vez se le preguntó si podía señalar un pasaje especialmente significativo de la Biblia, y él respondió, citando aquel versículo del Génesis que traducido, dice: “Camina delante de Mi y sé íntegro”.

Buber fue, demás está decir, profundo conocedor de la Biblia. Junto con su amigo Franz Rosenzweig, otro gran filósofo contemporáneo, deciden traducir la Biblia al alemán, tarea necesaria pues muchos de los lectores de ambos, parte de su “audiencia”, eran versados en estudios seculares pero no sabían hebreo y eran poco conocedores de la herencia espiritual judía. En la elección de las palabras, en la estructura, Buber intentó en su traducción preservar su carácter original, ser lo más fiel posible a su letra y espíritu, más allá de la interpretación que pudiera darle. Buber consideraba además que la Biblia debía leerse con mente abierta pero la misma no solo debía ser “leída” sino “escuchada” como si su voz nos hablara. De hecho, y el agregado es personal, considero que la Biblia nos sigue hablando generación tras generación. Es el encuentro permanente con el Libro. Lo importante es, y allí los judíos diferimos entre nosotros, cuales son las enseñanzas, mensajes y valores que extraemos del Libro.

Al mismo tiempo Buber continuaba con su labor educativa y sionista, brindando conferencias, escribiendo artículos, estando en contacto con organizaciones de estudiantes judíos, influyendo en ellos. Eran los años de la Primera Guerra Mundial y posteriores. Buber, que consideraba al Sionismo distinto a otros movimientos nacionales, siguió activo en la causa. En su condición de judío también consideraba que el sionismo era la vía para llegar a ser uno mismo. Es posible afirmar que Buber se encontraba cercano a una postura sionista socialista, entendiéndose en este caso por “socialista” una combinación de elementos extraídos de nuestras fuentes bíblicas –de allí deriva su humanismo- sumado a ideas de los socialistas utópicos del siglo XIX entre otros. Buber consideraba la formación de comunas en la tierra de Israel en las cuales la gente podría convivir, relacionándose directa, cercana y personalmente. Interactuando. Seguramente esto no era muy distinto a la experiencia kibutziana que había surgido hacia el año 1909 y que tanto habría de gravitar en las décadas anteriores y posteriores a la creación de Israel.

En 1925 comenzó a dar conferencias de ética y religión judía en la Universidad de Francfort, continuando con su tarea docente hasta 1933 cuando el ascenso de los nazis al poder le hace dejar el puesto. En los sombríos años que van desde 1933 a 1938 Buber cumplió una notable tarea educativa. Fue designado por la comunidad Director de la Oficina Central para la Educación Judía Adulta, establecida con el objetivo de encargarse de la educación de los judíos luego de que a los mismos el nazismo les prohibió estudiar en institutos de enseñanza en Alemania. En los primeros años de la época nazi, Buber viaja por el país dando conferencias, enseñando, transmitiéndoles al mismo tiempo coraje y valor a los judíos alemanes, siendo uno de los principales líderes espirituales del judaísmo alemán de aquellos tiempos.
En todos estos años y posteriores Buber continuó escribiendo, más allá de los temas y traducciones vinculadas al Jasidismo. Entre sus obras principales tenemos “Yo y Tú” (a la que nos referiremos después), “El eclipse de Dios”, “Moisés” entre otras. En 1938 se establece en la tierra de Israel. Enseña en la Universidad Hebrea hasta 1951. En sus últimos 10-15 años, se mantiene activo en la vida pública y cultural judía. Fue el primer presidente de la Academia Israelí de Ciencias y Humanidades y uno de los fundadores del Instituto Bialik. También dicto cátedra fuera de Israel.

Conocido en el mundo como uno de los principales líderes espirituales de su generación, influyó profundamente en pensadores y filósofos tanto judíos como cristianos. Su fallecimiento tiene lugar en el año 1965.
“Yo y Tú”: La filosofía del diálogo. Explica Barylko interpretando a Buber: “Estamos nosotros. Concretamente tú y yo. Lo demás – los demás – es una abstracción… Somos nuestras relaciones. Para Buber yo soy mi relación…la relación me define…somos. Estamos…yo y el otro…”.
El eje central del pensamiento filosófico de Buber es la relación del “Yo y Tú”, presentada sistemáticamente en su obra del mismo título. Menciona dos tipos de relaciones: la del “yo-tu” y la del “yo-ello”. La relación “yo-ello”, y aquí nuevamente me inspiro en Barylko, es la más común. La palabra “ello” indica lo impersonal. Si es impersonal, aunque la relación sea entre personas es como si fuera a relacionarse a un objeto, a algo material. Relación muchas veces “utilitaria” que tiene lugar no por algo sino para algo. Sirve. Es útil. No es que sea malo. Incluso puede ser necesario. Pero es impersonal.

Sin embargo la relación ideal es la de “yo-tu”. Siguiendo a Barylko “La relación con el tú es directa. Entre el ‘yo y el tu’ no se interpone ningún sistema de ideas, ninguna imagen previa… ‘yo-tu’ es un encuentro de persona a persona…significa total entrega, total fe, total necesidad del otro sin ningún tipo de condicionamiento. Para Buber la fe no es cosa de teología sino de vida comprometida. En el ‘yo-tu’ se da el compromiso…toda vida verdadera es un encuentro… en la actitud de ‘ello’ no existe acción mutua. En la actitud de ‘tu’ hay relación mutua: el otro se encuentra con el yo”.

Buber lleva su postura del diálogo yo-tu al máximo extremo posible. Diálogo entre judíos y cristianos en Alemania, del cual el es artífice, todavía varios años antes de la guerra. En 1924 saca a luz una publicación, la primera editada conjuntamente por un judío, un católico y un protestante. Un precedente. Luego de la Segunda Guerra Mundial, años después intentó, hasta donde fuera posible ayudar a recomponer las relaciones entre judíos y alemanes lo que no fue aceptado – el horror era demasiado escalofriante y reciente- por muchos.

En cuanto al conflicto con los árabes Buber fue uno de los primeros en darse cuenta que en la misma tierra habitaban dos pueblos. Es famosa su propuesta al 12º Congreso Sionista (1921) referida a la situación de los árabes en la tierra de Israel. Dice entre otros conceptos: “…el vigoroso núcleo del pueblo judío está dispuesto a retornar a su antigua patria y construir allí una nueva vida basada en el trabajo independiente el cual se desarrollará y perdurará como el elemento orgánico de una humanidad nueva. Ningún poder sobre la tierra podrá atentar contra esta determinación por la cual generaciones de nuestros pioneros han entregado su vida y su muerte para realizarla…Sin embargo, esta voluntad nacional no está dirigida contra otra nación. El pueblo judío que ha sido una minoría oprimida durante 2000 años….ahora que ingresa nuevamente a la historia mundial como dueño de su destino, está definitivamente liberándose de aquellos infames métodos del nacionalismo imperialista, cuya víctima ha sido durante muchísimos siglos. No es para desplazar o dominar a otro pueblo que nos estamos esforzando para retornar al país con el cual estamos ligados espiritual e históricamente en forma imperecedera y cuyo suelo habitado espaciosamente, ofrece suficiente lugar…Nuestro regreso a Eretz Israel, el cual va a tomar la forma de una ininterrumpida inmigración, no se propone usurpar los derechos de los otros”.

La postura al extremo minimalista de Buber, que tuvo algunos adeptos en el Movimiento Sionista –el grupo Brit Shalom- no fue correspondida. No hubo un Brit Shalom entre los árabes, no hubo un Buber (quizás alguna honrosa excepción) entre los árabes en aquellos tiempos. En realidad hubo y habrá muy pocos como el humanista Martin Buber: ayer, hoy y siempre.

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