Interpretación y comentario
La parashá “Emor” se encuentra en el “Sefer haKedushá”, “El Libro de la santidad” (Levítico, capítulos 17 a 26), que representa una unidad literaria en sí misma. Las leyes del “Libro de la santidad” no están ancladas en el Santuario como las demás normas del libro de Levítico, sino en Dios, Quien es el Único Ser Santo en Su esencia. Por eso, Santificó Dios al Tabernáculo, a los cohanim, a todo el pueblo de Israel y a las fiestas que son fechas sagradas. Como Dios es Santo, el pueblo de Israel debe parecerse a Él y aspirar a una vida de santidad, según los principios que les fueron entregados por Dios en las leyes de santidad.
La parashá “Emor” comienza con la santidad de los cohanim, del Santuario y de sus objetos sagrados (capítulos 21:1 a 22:33) y es la continuación directa de la parashá “Kedoshim”, que trata de la santidad de la persona perteneciente al pueblo de Israel. En la parashá “Emor” se da a los cohanim los preceptos que los limitan para cuidar su santidad como servidores de Dios, donde el punto máximo es la santidad del Cohen haGadol, sobre quien recaen limitaciones especiales.
La parte que trata de la santidad de los cohanim, del Santuario y de sus objetos sagrados, concluye de manera festiva: “Habréis de cuidar Mis preceptos y los cumpliréis, Yo soy Adonai. Y no habréis de profanar el Nombre de Mi Santidad, y seré santificado en el seno de los hijos de Israel, Yo Soy Adonai, El que os santifica”. (Levítico 22:31-32).
El texto utiliza el verbo “y seré santificado” de manera pasiva, o sea, que recibe la acción. Esto significa que Dios se transforma en Santo como consecuencia del cumplimiento de los preceptos en manos del pueblo y de los cohanim. La orden para toda persona de los hijos de Israel y de los cohanim de “ser santos” implica el cumplimiento de los preceptos y las leyes.
La santidad no surge de manera directa por el hecho de la elección del pueblo de Israel por Dios y de la santidad de Dios, sino del hecho de completar esa santidad a partir de esa elección, a través del cumplimiento de los preceptos y de las leyes que Él entregó. De esta manera, el texto une a Dios, al pueblo de Israel y a la santidad, todos juntos.
Más aún, el versículo: “Habréis de cuidar Mis preceptos y los cumpliréis, Yo soy Adonai”, vuelve varias veces en el “Libro de la santidad”. La repetición de este versículo permite considerarlo como el versículo guía del “Libro de la santidad”. Aquí, en la parashá “Emor”, el mismo cierra el tema de la santidad de los cohanim en particular, y todos los capítulos sobre la santidad de la persona del pueblo de Israel, en general.
Del análisis de los versículos que se repiten, se ve que los mismos contribuyen a aumentar la idea sobre las acciones del pueblo. La primera vez, Dios ordena al pueblo de Israel una vida de santidad. Todos los hijos de Israel juntos como pueblo, deben vivir una vida de santidad que se expresa en el cumplimiento de los preceptos y de las leyes. La tercera vez, Él agrega una amenaza: si no cumplen con las leyes y normas y no viven una vida de santidad, “os vomitará la tierra a la cual Yo os traigo para habitar en ella”.
La tierra de Israel es un lugar sagrado y exige una vida de santidad, o sea, el cumplimiento de todos aquellos preceptos y leyes.
Hasta aquí vimos la santidad de la persona y la santidad del lugar -la tierra de Israel- en general, y del Gran Templo de manera particular. A ellas se agrega la santidad del tiempo, que aparece en la segunda parte de la la parashá “Emor”: la parte referente a las celebraciones.
“Y habló Adonai a Moshé diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: Estos son los plazos señalados por Adonai, los que habréis de proclamar días sagrados. Esas son mis celebraciones” (Levítico 23:1-2).
Los términos “plazo” y “sagrado” se recuerdan muchas veces relacionados con la “Tienda de Plazo”, como está escrito en la descripción del orden del sacrificio perpetuo y la santificación del Tabernáculo. Dios expande Su Providencia sobre el Tabernáculo y además lo santifica (Éxodo 29:42-45).
El Tabernáculo representa el lugar de encuentro entre Dios y el pueblo. En el lugar sagrado -el Tabernáculo- se encuentra la oportunidad de encontrarse con Dios. En la parte sobre las celebraciones, el término “moed” (“plazo”) refiriéndose a fiesta, día sagrado o tiempo determinado, viene de la raíz de la palabra “encuentro” que aparece en el libro de Éxodo. Los plazos sobre los cuales se habla en la parte referente a las celebraciones están en tiempo futuro, como está escrito: “Habló Adonai a Moshé diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando vengáis a la tierra.. habréis de traer el omer, la primicia de vuestra cosecha al cohén” (Levítico 23:9-10). De aquí se puede aprender que el término “moed” (“plazo”), no se refiere a lugar, sino a tiempo.
Así como los hijos de Israel se encuentran con Dios en un lugar determinado y sagrado -el Tabernáculo-, así también ellos se encuentran con Él en fechas determinadas y sagradas, o sea, las fiestas.
En síntesis, se puede decir que en la parashá “Emor” se encuentran tres santidades: la santidad de la persona, del tiempo y del lugar. Estas santidades no son obvias, sino que hay que cuidar y cumplir las leyes y normas que Dios dio a los hijos de Israel para vivir una vida de santidad. Una vida de santidad que incluye las leyes entre el ser humano y su prójimo, y no sólo las leyes rituales.
Editado por el Instituto Schechter de Estudios Judaicos, la Asamblea Rabínica de Israel, el Movimiento Conservador y la Unión Mundial de Sinagogas Conservadoras.
Traducción: rabina Sandra Kochmann.
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