Interpretación y comentario
De la unión de las parshiot “Matot” y “Masei” surge la imagen del pueblo de Israel como un pueblo en movimiento que, después de su llegada a las llanuras de Moab, está a punto de culminar su travesía por el desierto e ingresar a la tierra de Canaán. Surge la pregunta: ¿cuál es el concepto que la Torá tiene de este pueblo, su naturaleza y su destino? ¿Es verdad que están por terminar de deambular por el desierto con la muerte de todas las personas de “La generación del de- sierto”, y sus desdendientes están dispuestos a ingresar a la Tierra Prometida para vivir ahí una vida estable regida por la Torá? ¿O ellos deberán continuar andando porque quizás el deambular es parte de sus almas o porque ellos son del tipo de personas “ubi bene ibi patria” (“Donde estoy bien, ahí es mi Patria”)?
En la parashá “Matot” se cuenta que, después de conquistar los territorios al Este del río Jordán, pidieron los miembros de las tribus de Rubén y Gad, -quienes tenían mucho ganado-, no cruzar el río Jordán rumbo a la tierra de Canaán y recibir como posesión aquellas tierras que eran buenas para el ganado (Números 32:1-6). La respuesta de Moshé: “¿Acaso vuestros hermanos habrán de ir a la guerra y vosotros os asentaréis aquí?” (Números 32:6), refleja su desilusión por el hecho de que el cambio de generaciones no trajo el cambio de valores esperado: ellos no tenían sentimiento nacional, no entendían la misión que todo el pueblo debía cumplir en su tierra y se preocupaban sólo por sí mismos y por sus bienes. Y peor aún: Moshé les explica, después de recordarles los pecados de sus padres y la respuesta de Dios en el pasado, que su ejemplo puede influir sobre todos los hijos de Israel hasta el punto de que no querrán cruzar el río Jordán, lo que causaría la ira de Dios, y el pueblo de Israel continuaría deambulando por el desierto. Moshé llega a un acuerdo con ellos: los “rebeldes” se asentarán en los territorios que pidieron con la condición de que participarán en la guerra de conquista de la tierra y su división entre las otras nueve tribus y media (incluyendo media tribu de Menashé). (Números 32:16-33).
La forma en que Moshé maneja la crisis por sí mismo nos enseña que, para él, la travesía aún no terminó. Es decir, hay que dar al errante en el camino una nueva oportunidad. Sólo mediante la educación se puede influir en el pueblo y corregir su camino. También en caso que Moshé haya pensado que los miembros de las tribus de Rubén y Gad aceptaban sus palabras y hasta se arrepentían colocando primero “lo importante” y después “lo secundario” (como dice el midrash “Bamidvar Rabá” 22:9), y aceptaban luchar con sus hermanos “ante Dios”, ellos no lo hacían por fe verdadera sino como “un mandamiento de hombres que les fue enseñado” (Isaías 29:13) con el objetivo de conseguir su pedido. De todas maneras, él llega a un acuerdo con ellos y se ocupa inmediatamente de los preceptos que el pueblo debía cumplir en su tierra.
Moshé vuelve a este modelo educativo en “Masei”, cuando prepara una lista de todas las “travesías” del pueblo de Israel (Números 33:1) para “informar de la misericordia de Dios”, según dice Rashi basado en Nuestros Sabios. Es decir, para recordar a todo el pueblo los milagros gracias a los cuales ellos están vivos hoy (Midrash Rabá 23:1-49). Inmediatamente después, Moshé se refiere a los preceptos y leyes cuyo cumplimiento es condición para heredar la tierra, asentarse e instalarse en ella para siempre. El recuerdo del pasado es también una condición para la planificación del futuro del pueblo en su tierra.
El concepto del pueblo de Israel en estas parshiot es claro: el pueblo de Israel no está destinado a ser un pueblo nómade. Sus andanzas en el camino constituyen la travesía de un pueblo que marcha rumbo a un objetivo final determinado: la tierra de sus antepasados como asentamiento fijo en el cual -y solamente en él- debe cumplir la misión de una vida de verdad y justicia para que todos los pueblos sean bendecidos a partir de él, como dice el profeta en la haftará correspondiente a la parashá “Masei“ (Jeremías 4:1). Las andanzas en el desierto y las retiradas y exilios que ocurrirán en el futuro después de su ingreso a su tierra por la falta del cumplimiento de su pacto con Dios, son capítulos de la travesía y su significado depende de su lugar en la misma, no constituyendo una situación permanente.
Recordemos que, según el midrash, los miembros de las tribus de Rubén y Gad fueron castigados y fueron los primeros en ser exiliados porque “se asentaron fuera de la tierra de Israel” y porque “se separaron de sus hermanos por causa de su ganado” (Midrash Rabá 22:7).
El mensaje del relato bíblico es que somos un pueblo en medio de una travesía que aún no terminó y el proceso educativo para comprender nuestra misión aún no está completo. Esto es muy significativo en nuestros días, teniendo en cuenta los diferentes puntos de vista “diaspóricos” y la división de la existencia de los judíos entre el Estado de Israel y la Diáspora, más aún cuando la mayoría del pueblo está en la Diáspora y continúa pensando -como dijo M. I. Berdichevsky en su época- que “su condición errante es su forma de vida” (“Kitvei M. I. B.”, pág. 47). Jazak, Jazak ve nitjazek.
* Profesora de Pensamiento Judío, Instituto Schechter de Estudios Judaicos.
Editado por el Instituto Schechter de Estudios Judaicos, la Asamblea Rabínica de Israel, el Movimiento Conservador y la Unión Mundial de Sinagogas Conservadoras.
Traducción: rabina Sandra Kochmann
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