“…Spinoza fue el único que tuvo la valentía de hacer lo que todos los judíos de su época habían dejado de hacer: amar y leer la Biblia por sí mismos. Y si las
conclusiones a las que llegó Spinoza no son las mismas de Leibovich, y no lo son, Leibovich tenía una fe suficientemente fuerte para aceptar los cambios de Spinoza, sin estar de acuerdo con todo. En la actitud de Leibovich tenemos una clave para la aceptación del cambio. No significa que tienes que estar de acuerdo con todo, sino que puedes relajarte y dejar vivir al que no sea como tú.
Por ejemplo: Spinoza no creía en la revelación divina. Para él la Biblia era un libro histórico y magnífico, que detallaba la trayectoria del desarrollo intelectual del pueblo al cual él pertenecía. Y de hecho Spinoza escribió 72 comentarios sobre la Biblia y el judaísmo, para los que creen que no tenía mucho que ver
con el judaísmo. Leibovich, en cambio, sí creía en la revelación divina. Decididamente creía que Dios se reveló en el Sinaí y lo aceptaba
como un hecho histórico. Para Spinoza, era Moisés el que había creado un sistema de leyes de acuerdo con su ética, opinando, eso sí, que era un gran sistema de leyes. Leibovich, entonces, no estuvo de acuerdo con Spinoza,
pero decía que éste tuvo la grandeza de intentar llegar a sus propias conclusiones por su amor a la Biblia, y por lo tanto no hay que excomulgar al que se atreva a ello, sino debatir con él, dándole un lugar de honor en la comunidad.
Toda la defensa de Spinoza que hizo Leibovich es muy importante, porque no se trataba de un judío reformista que podía ver en Spinoza un antecedente, sino que está basada precisamente en la diferencia de opinión que tenía con él, y esa es la clave que nos conduce a aceptar el cambio, lo distinto.
Porque si yo voy a aceptar el cambio en mi vida, tengo que aceptar el que se da también en la vida del otro, cambio que quizás no sea de mi agrado, pero que es legítimo.
Leibovich se preguntó: ¿qué hago frente a lo distinto? ¿Lo excomulgo, adoptando los métodos de la Iglesia Católica de los tiempos
de la Inquisición? Porque de hecho, eso fue lo que hizo la comunidad judía de Holanda en el siglo XVII, quizá inconscientemente.
La Inquisición había creado un sistema de pensamiento que en cierto modo también se apoderó de las víctimas, entre los cuales, también, expresar una opinión "hereje" se transformó en punible. Fue la horrible herencia de una Iglesia Católica muy intolerante.
Así que, la de Leibovich, me parece la defensa más apasionada y hermosa de la idea del cambio: cuando estés frente a un cambio, no lo eches de tu comunidad, no lo excomulgues, no lo borres. Y esa defensa es mucho mejor que la que hacen los mismos reformistas, que intentan redibujar a Spinoza
como si fuera reformista. ¡Spinoza no era reformista! Era panteísta, no creía en el concepto de Dios y Pueblo Elegido, creía que pertenecía al pueblo judío y se identificaba como judío cultural. Históricamente, por eso, si fuera antecedente de algo, en todo caso lo sería del judaísmo humanista y de ciertas ramas del sionismo, pero nunca del judaísmo reformista. Leibovich es la constatación de lo que es un ser generoso y vivo.
Él fue una persona más joven que cualquier joven que yo conozco a sus 90 años, porque siempre siguió cambiando. Por mi parte, no puedo compartir las concepciones de Leibovich sobre Dios y las Mitzvot, porque soy reformista, pero ¡cómo lo respeto! Con Leibovich digo: me encantan los cambios, y aunque no sean míos, me enriquecen”.(…) ...
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