La Fiesta de las Luminarias o "Janucá", en la que los judíos conmemoran la consagración del Templo de Jerusalén tras la revuelta macabea del siglo II a.C., llena estos días de luces y regalos las ciudades israelíes.
El país vivió ayer la primera jornada, que se inició al caer la noche y se prolongará durante ocho días.
En las vías más concurridas de Jerusalén y el resto de ciudades israelíes se han instalado grandes candelabros de ocho brazos (llamados "janukiá"), cuyas velas o bombillas van encendiéndose al ritmo de una por noche hasta que, en la octava jornada, todos los brazos aparecen iluminados.
Gran parte de la población ha colocado los candelabros, como marca la tradición, en lugares visibles de la vivienda como ventanas y entradas para que puedan ser vistos desde el exterior.
Los más religiosos han instalado también grandes y llamativos "janukiot" en el capó de sus coches, que circulan despacio alegrando el asfalto con una luz diferente.
Los judíos observantes acudirán esta semana masivamente a las sinagogas, donde se recitan oraciones especiales, y harán bendiciones típicas para la ocasión tras las principales comidas.
"Janucá" significa literalmente "inauguración" y conmemora la consagración del templo judío de Jerusalén en el año 165 A.C, tras la revuelta de los macabeos contra el monarca seleúcida Antíoco Epifanes que, siguiendo la tradición helenística de su dinastía, había implantado el culto a Zeus a fin de que los israelitas asimilaran su cultura.
Aunque en el moderno Estado judío la fiesta rescata como símbolo la gesta militar del líder de la revuelta Judas Macabeo, el uso de la luz recuerda una historia recogida en el Talmud y conocida como el "milagro de Janucá".
Según esta leyenda, cuando los sacerdotes judíos llegaron a Jerusalén para restituir el culto y encender la lámpara del Templo, se dieron cuenta de que sólo quedaba una pequeña jarra de aceite puro suficiente para un día pero, a pesar de ello, las luces del candelabro permanecieron encendidas ocho jornadas consecutivas.
"La festividad simboliza la lucha por la libertad religiosa y de expresión llevada a cabo por un pequeño grupo de sacerdotes que se rebelaron contra la imposición helenística de prohibir a los judíos vivir según su creencia", explica Yosef Benarroch, rabino del centro sefardí para mujeres "Midreshet Eshel".
"Una de las costumbres de Janucá es colocar el candelabro iluminado a la entrada de la casa, pues según explica Maimónides, se trata de mostrar que somos libres", subraya.
Los niños se convierten en protagonistas de la celebración y los mayores les suelen regalar una perinola de cuatro costados llamada "sevivón", en la que suele aparecer la leyenda hebrea "un gran milagro ha ocurrido ahí".
Para mayor disfrute de los pequeños, los escaparates de las pastelerías están llenos de las hermosas y coloridas "sufganiot", una especie de donut relleno de mermelada o chocolate y cubierto de azúcar glaseado.
En las comunidades israelitas en el exterior se degustan buñuelos y otros pasteles para recordar el milagro que se produjo en el santuario de Jerusalén asociado al aceite.
Otro de los actos tradicionales es el encendido de una antorcha en Modiín, una moderna ciudad ubicada cerca de la bíblica población del mismo nombre donde surgió la sublevación hebrea contra los gobernantes que controlaban la región desde tiempos de Alejandro Magno.
Mientras en Europa padece una ola de frío polar, este año la festividad judía se produce en medio de inusuales temperaturas primaverales para esta época, que rondan en algunos puntos del país los treinta grados centígrados.
A pesar de que Janucá suele coincidir con el inicio de la lluvia y la estación invernal, los meteorólogos pronostican que las primeras gotas sólo llegarán a la región a mediados de diciembre, por lo que los israelíes disfrutan de la Fiesta de las Luces en manga corta. EFE y Aurora.