Los límites de la derecha y de la izquierda
Cambios en el mundo árabe
Resultó simbólico que el día del 50° aniversario de la Guerra de los Seis Días, el lunes 5 de junio último, varios países árabes anunciaron cortar relaciones diplomáticas con la monarquía de Qatar, gobernada por la familia Al Thani desde el siglo XIX, especialmente a causa de su apoyo al terrorismo islamista.
La guerra de 1967 concluyó con un aplastante triunfo de los israelíes sobre todos los ejércitos árabes circundantes y acentuó la imagen de la “Israel invencible”. Así se agregó el “día de la Naksa”, día de la derrota – 5.6.1967, al “día de la Nakba”, día de la catástrofe – 15.5.1948, fecha de la independencia según el narrativo israelí.
Los comentaristas destacan que dos de los países que fueron vencidos entonces, resultaron los primeros -mientras tanto los únicos- que firmaron acuerdos de paz con Israel, acuerdos aún vigentes: con Egipto hace 38 años y con Jordania hace 23 años.
Pero la región y el mundo han cambiado. Entonces los objetivos regionales estaban empeñados en el Panarabismo -liderado por el entonces presidente egipcio Nasser- frente al Panislamismo.
El Panarabismo era una ideología política del siglo XIX con el fin de conseguir la unión y consolidación de los estados árabes en Medio Oriente y alrededores. Su retórica se caracterizó por ser fuertemente anti-imperialista, populista y nacionalista.
El Panislamismo tenía el ideal específico de proteger aquellas naciones que tienen como religión el Islam. El giro religioso que ha acontecido en Medio Oriente, la imposibilidad de los estados árabes de derrotar a Israel y las promesas incumplidas de progreso económico e igualdad social, significaron que el proyecto panárabe perdiera terreno frente al panislamismo.
Desde 1967, la región ha vivido repetitivamente hechos que aceleraron su descomposición formal e ideológica. Una prolongada y cruel guerra entre países musulmanes (1980-1988: Irak vs. Irán, árabes contra persas); participación de países árabes en coaliciones occidentales contra otros países árabes (1990-91 Guerra del Golfo, coalición liderada por las Naciones Unidas integrada entre otros por cinco países árabes que salen a liberar a Kuwait de la invasión y anexión iraquí); la “primavera árabe” 2010-2013, que termina con los regímenes totalitarios laicos y amenaza con la desaparición de Irak, Siria, Libia; la guerra civil en Siria (desde 2011), con la ayuda de Irán y el apoyo ruso, contra la población local en su mayoría suní, hasta el presente con 450 mil muertos y 7 millones de refugiados y desplazados; el cruel enfrentamiento entre suníes y chiíes hace estragos en Yemen.
En este escenario, resulta que Israel dejó de ser el problema más importante. Pareciera que su presencia podría ser tolerada, que su soberanía dejó de ser incentivo de destrucción. Por lo tanto, Israel debe actualizar su estrategia.
Cambios en Israel
El libro “La Trampa del 67” (editorial Dvir, 222 pág.), del pensador y filósofo Micah Goodman -del Instituto Hartman de Jerusalén, empeñado en judaísmo moderno, pluralista y democrático- que analiza las ideas y las concepciones de las corrientes políticas israelíes desde la guerra de 1967. El autor expone, en forma detallada y convincente, que de la euforia de entonces, se pasó a la aparente convicción que la paz, el mayor de los sueños, está al alcance de la mano. Los judíos siempre han soñado que las persecuciones cesarán, que el sufrimiento se extinguirá, que los pueblos no judíos los aceptarán en su seno cordialmente. Ese fue el sueño sionista del Estado Judío de Teodoro Herzl: “si los judíos pudieran organizarse como todas las naciones en un estado propio, se acabaría el antisemitismo”.
Pero el movimiento sionista no se desentendió de la memoria histórica y cultural del Pueblo Judío, y al haber concretizado el establecimiento del Estado de Israel en muchos se despierta el sueño de la liberación de la Tierra Prometida. Podemos considerar al Rabino Abraham Isaac Kook (1865-1935), Rabino Supremo durante el Mandato Inglés y líder ideológico del sionismo religioso, como el anunciante de esta orientación: la posesión del territorio es la oportunidad para reponer la gloria ancestral. Las ideologías se transformaron en identidades polarizadas.
Para Herzl el objetivo era devolver el Pueblo Judío al concierto de las naciones; para el Rav Kook el objetivo era el retorno al pasado. La rápida y decisiva victoria fue interpretada como milagro divino, como si se repitiera la creación del universo: los dos hechos, la creación y la victoria, se lograron en seis días…
¿Cómo se concilian las dos corrientes? Hoy la opinión pública israelí está excitada entre la izquierda que plantea una solución basada en un acuerdo político según “territorios a cambio de paz estable”, garantizado con respaldo internacional, y la derecha, que sostiene que no se debe devolver ningún palmo de la tierra consagrada, confiando en la protección divina. La derecha no ve contradicción conceptual entre el sionismo como movimiento de liberación que domina a otro pueblo y le priva de su libertad.
Activando iniciativas
Las dos posiciones se vieron frustradas al estallar la “Intifada”, sublevación palestina en los territorios bajo ocupación israelí. La primera intifada (1987-1993), demostró que el control sobre Cisjordania y Gaza es una ilusión imposible de sostener a largo plazo. El paradigma de la derecha resultó quebrantado: “nos convertimos en un Goliath repudiable”. En la Primera Intifada murieron 1,162 palestinos y 160 israelíes.
La segunda intifada (2000-2005) estalla días después que el primer ministro Ehud Barak propuso a los palestinos, en Camp David, bajo la tutela del Presidente Clinton, la oferta de retroceso israelí más dadivosa que jamás se expresara. La opinión pública israelí estaba sorprendida por la magnanimidad de la oferta a cambio de la conclusión definitiva del conflicto. La negativa palestina resultó una bofetada al paradigma de la izquierda. Los muertos fueron 5,516 palestinos y 1,063 israelíes.
En definitiva, ambos paradigmas impiden soluciones definitivas. La paradoja, considera Goodman, está en que cada propuesta de solución engendra nuevas amenazas y contingencias. Las propuestas de la izquierda amenazan a la seguridad de Israel y la posición de la derecha es contraproducente a la democracia israelí por su riesgo demográfico.
Incluso el status quo como paradigma ha fracasado. Se deben buscar iniciativas que mejoren la situación paulatinamente, que repongan la confianza entre las partes, que disminuyan las fricciones y que ofrezcan cierto horizonte de futuro. Sin pretender solucionar ya el conflicto, la propuesta es manejarlo y no dejarlo a la deriva. Y el libro esboza varias vías de acción, sin aferrarse a los fundamentos ideológicos pero si acentuando las posibilidades pragmáticas.